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Los efectos de la llamada nueva economía digital tienen a día de hoy un gran efecto sobre todas las áreas de negocio de las empresas, de forma independiente a su sector o tamaño.

De hecho, el poder democratizador de la tecnología ha contribuido a reducir gradualmente la brecha existente entre las grandes y pequeñas empresas, suponiendo un valor competitivo en sí mismo.

Según la consultora McKinsey, la apuesta por la transformación digital podría aumentar el crecimiento de las empresas entre un 5% y un 10% en los próximos tres o cinco años.

Ahora bien, para que esta apuesta digital lleve al éxito debe de alinearse con los objetivos reales de la empresa y estar presente en su día a día. En ese sentido, las nuevas herramientas tecnológicas de conexión y trabajo colaborativo entre empleados cobran un especial sentido.

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Las comunidades de crowdsourcing de ideas crean un ecosistema de trabajo que fomenta la creatividad y la innovación a través de un entorno abierto.
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Por un lado, este nuevo modelo de trabajo fomenta la coordinación y la transferencia de conocimiento entre parcelas de la empresas que antes se daban la espalda.

También tienen un alto poder integrador de la fuerza de trabajo, igualando por arriba las competencias digitales de los trabajadores, así como potenciándose la escucha activa de su talento.

Por último, herramientas como las comunidades de innovación basadas en el crowdsourcing de ideas suponen un gran recurso para la alta dirección para trazar ejes estratégicos comunes, que involucren en un fin común a toda la organización… o incluso a quienes están fuera de ella.

Así, ¿quién mejor que nuestros clientes para decirnos cómo han de ser nuestros productos o servicios?.

Las experiencias de open innovation -abrir nuestro negocio a la participación de fuera- permiten obtener puntos de vista innovadores, no viciados por mecánicas internas muy asimiladas, así como fidelizar a clientes y consumidores.

El gigante alemán Sap, solicitando ideas a sus clientes para el desarrollo de software; Lego, con una red social donde sus fans proponen nuevos modelos de sus juegos o Mutua Madrileña, cuyos clientes proponen nuevos productos y servicios a través de una red social de ideas, son buenos ejemplos de innovación abierta.

Son todavía ejemplos escasos.A día de hoy, según McKinsey sólo el 30% de las empresas cuentan con una verdadera cultura de trabajo colaborativo, que permita exprimir al máximo el conocimiento de sus empleados, la mayor materia prima de una empresa.

Aprovechar todo este talento -en muchas ocasiones, latente y queriendo ser escuchado- es un reto apasionante y, ante todo, una oportunidad única que ha de ser aprovechada para, precisamente, no perder oportunidades.

Miguel Martínez

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