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En primer lugar, tener en mente que las ideas innovadoras son aquellas que realmente pueden implementarse resolviendo de forma eficaz y novedosa un problema existente, generando con ello un valor medible.

Ahora bien, no siempre las ideas innovadoras tienen un carácter altamente disruptivo. De hecho, muchas de ellas se centran en pequeñas mejoras sobre productos, servicios o procesos que ya existen. La llamada evolución incremental o evolutiva no es nada desdeñable, pues puede ofrecer grandes márgenes de rentabilidad a una organización con muy pocos esfuerzos invertidos.

Dicho esto, a la hora de que una empresa idee de forma colectiva soluciones a sus retos estratégicos, ¿qué debe tener en cuenta para que las ideas halladas tengan mayor capacidad innovadora?.

A continuación enumeramos 10 aspectos esenciales:

¿Qué define a las ideas innovadoras?
  • Las ideas innovadoras proponen aspectos diferenciales. Pueden crear algo totalmente nuevo y diferente, desde un lienzo en blanco, o complementar algo que ya existe aportando una nueva perspectiva. Pero, en todo caso, plantearán algo novedoso aportando un valor diferencial que antes no existía.

  • Se enmarcan dentro de un contexto. Independientemente de su grado de disrupción, tienen un anclaje o se relacionan con el mundo que van a ocupar. Pueden recoger necesidades fruto de cambios en la sociedad o aprovechar nuevas situaciones que surjan en ella para ofrecer nuevas propuestas o mejoras.

  • Y también lo analiza. En línea con lo anterior, las ideas con más visos de ser innovadoras suelen identificar previamente posibles barreras a su desarrollo, nichos donde poder explotar todo su potencial, o la dimensión de su mercado y de la competencia.

  • Se enfocan en su público potencial. En cada aspecto de su desarrollo tienen en la mirilla a su destinatario final. ‘Ponerse en sus zapatos’ facilita la tarea de detectar alrededor de su desarrollo posibles aristas o ‘puntos de dolor’ que puedan hacerlas fracasar, aun siendo buenas.

  • Contemplan los recursos que deben movilizar. A la hora de ser planteadas, también analizan los posibles costes, tiempos o recursos, materiales y humanos, a invertir en su desarrollo.

  • Y calculan, o al menos estiman, su posible retorno. Esto es, prevén los beneficios que la idea aportará a priori, restando de ellos los costes previamente invertidos. Un factor crítico a la hora de estudiar la viabilidad de la idea, o para fijar su margen de rentabilidad con el precio de partida que un consumidor estaría (o no) dispuesto a pagar por ella.

  • Son escalables. Admiten distintas iteraciones, pudiendo ofrecer distintas versiones de sí mismas que alarguen su vida útil. Su mayor elasticidad se refleja en productos o servicios que admiten un mayor grado de madurez en el mercado en base a pequeñas modificaciones y, por tanto, una mayor posible rentabilidad.

  • Además, una idea innovadora es fácilmente testable, lo que acelera su llegada al mercado y el cálculo de su impacto.

  • Y es holística. No centra su atractivo en un sólo valor, sino que también lo genera alrededor del núcleo de su propuesta. O dicho de otra manera, si se trata de un nuevo servicio, no sólo ofrece valor con su prestación, sino también, por ejemplo, alrededor de otros aspectos como su contratación o todo aquello que tiene que ver con la experiencia del cliente.

  • Por último, y lo más importante: resuelve un problema real y contrastado. Detrás de ella hay un ejercicio analítico, que contrasta la necesidad de la propia idea. Este punto, que puede parecer obvio, no siempre lo es en la práctica. De hecho, cerca del 80% de los productos que se desarrollan cada año fracasan en el mercado por no ajustarse a una necesidad real.

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