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15 de agosto de 2014. Gabriel García Márquez y Ken Robinson, dos monstruos de la innovación en educación, frente a frente y separados por 20 años en sus pensamientos paralelos. No sólo hay que poner la Universidad patas arriba sino hay que poner la educación Primaria y Secundaria patas arriba para adecuarse a los tiempos que corren y correrán.

“El objetivo final -de la universidad- no deberían ser los diplomas y las credenciales, sino el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con una aprovechamiento critico de las experiencias y en su marco original de servicio público”. Con motivo de la reciente pérdida de García Márquez, mi escritor preferido, he leído uno de los libros que aún no había leído suyos.

Estaba en la casa del Norte entre un jardín florido de magnolios, perales en flor, rododendros, azaleas, camelias, calas blancas como fractales erguidos desenrollando poco a poco su espiral, un membrillo con flores delicadas que parecían un haiku japonés y en la biblioteca, a través de cuya ventana observaba esa maravilla que es la naturaleza, de repente me di la vuelta y me dije: ¿qué tendríamos aquí de Gabo?, y sin dificultad encontré una joya, una joya gritándome “léeme” y esta joya era “Yo no vengo a decir un discurso”.

Gabo creyó en la educación de los jóvenes desde que, en 1944, con 17 años; fuese elegido para dar el discurso de fin de bachillerato entre sus compañeros. Hoy siguen sorprendiendo sus palabras sabias desde tan temprana edad: “Pero repito, no vengo a deciros un discurso, y sólo quiero nombraros jueces de conciencia en este proceso para luego invitaros a compartir con el estudiantado de este plantel el doloroso instante de una despedida.

Aquí están listos para partir… y yo digo que este grupo de muchachos está destinado a perdurar en los mejores daguerrotipos de Colombia. Todos ellos van en busca de la luz impulsados por un mismo ideal… en nombre del Liceo nacional y de la sociedad, declaro a este grupo de jóvenes, con las palabras de Cicerón, miembros de número de la academia del deber y ciudadanos de la inteligencia. Honorable auditorio, ha terminado el proceso”.

Ken Robinson, desde que publicó “The Element and how finding your passion changes everything” en 2009, ha creado un nuevo paradigma en la educación, que ya no puede ser “café para todos”, sino que requiere personalización en cuanto a que cada uno encuentre lo que más le gusta y mejor sabe hacer, su propia inteligencia, porque todos somos inteligentes en algo y es lo que la educación debe promover. Formarnos, no informarnos, en aquello que haremos mejor y de lo que disfrutaremos en la vida. “El elemento, y cómo encontrando tu pasión cambia todo”.

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Estar en su elemento hace que la gente vaya más allá de experiencias ordinarias y logre cosas extraordinarias, además de estar contentos haciendo lo que les apasione.

La pasión y el elemento van mano a mano. Por eso, encontrar el elemento es como una epifanía . No se trata de si eres inteligente sino de cómo eres inteligente. Gabo descubrió su elemento cuando era estudiante de periodismo, y sin habérsele ocurrido nunca ser escritor, respondió al reto del Director del suplemento literario del Espectador, Eduardo Zalamea Borda, quien dijo que las jóvenes generaciones de escritores no ofrecían nada.

Ante ello, García Márquez escribió un cuento que envió el domingo para taparle la boca y consiguió su publicación al domingo siguiente, y no sólo lo publicó Zalamea Borda, sino que le halagó públicamente después de disculparse por haberse equivocado diciendo que de ese cuento había nacido el nuevo genio de la literatura colombiana. Y para no dejar mal a Zalamea siguió escribiendo.

1970. García Márquez no veía diferencia entre la ciencia y las artes o la poesía, porque todo era lo mismo; una unicidad que es la Cultura. Creía como Jack Lang, sin más vueltas, que la cultura lo es todo. ¡Bienvenido! Pues bienvenidos todos juntos a la casa de todos. Decía de América Latina que, mientras todos se preparan para el cambio de milenio, nosotros empezamos apenas a vislumbrar la revolución industrial.

Los niños de América latina cuentan con los dedos mientras el primer mundo usa computadoras que hacen cien mil operaciones por segundo, en cambio hemos perdido las mejores virtudes humanas del XIX, idealismo, prioridad de los sentimientos, el susto del amor y, por qué no, la Pasión de la que habla Robinson. “Es una cultura de fiesta, de transgresión, de misterio, de romper la camisa de fuerza de la realidad y reconciliar por fin el raciocinio y la imaginación, la palabra, el gesto; y lo demuestra de hecho que no hay concepto que tarde o temprano no sea rebasado por la vida. Esta es la fuerza de nuestro retraso, una energía de novedad y belleza”.

1985. Criticaba el armamentismo frente a la educación y decía que con dos submarinos Trident USA o dos Tifón URRSS se podría hacer realidad el sueño y la fantasía de la alfabetización mundial y para mantener 15 años las escuelas 245 de los 400 cohetes Trident II serían suficientes. “Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra.”

Puedes leer la segunda parte de este post aquí.

Ana María Llopis

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